Werckmaister Harmóniák
Béla Tarr, Ágnes Hranitzky
Hungría
2000
Y
seguimos con películas hechas a 4 ojos, con la dupla de directores Tarr y
Hranitzky (prometo que será última vez que escriba ese apellido), que también nos
regalaron hace no poco tiempo, la bellísima A
torinói ló (2011).
Werckmaister Harmóniák comienza con János intentando
explicarle a la gente sencilla (como nosotros), el significado de la
inmortalidad. Una proeza algo pretenciosa para decirse en la madrugada, en un
bar ubicado en un pueblo sumergido en el frío y frialdad de Hungría. Sin
embargo, esa escena, que puede verse
infantil al ser ejecutada por unos pocos borrachos pueblerinos, parece guardar
una sabiduría inmensa.
János, a
pesar de mostrarse dueño de un conocimiento por sobre los demás, también
comparte una inocencia y sensibilidad ante su entorno, que lo hacen ser fácilmente
sensible y frágil ante las cosas. Sobretodo en el momento que llega una
atracción circense al pueblo, el cual pasa por problemas, digámoslo, políticos.
La llegada de una gigantesca ballena acompañada de un misterioso Príncipe
atizan el fuego que estaba a punto de encenderse.
Bajo esa hermética premisa, los autores movilizan a su protagonista por las calles y casas del pueblo intentando diagnosticar el ambiente tenso y contenido de un pueblo a punto de estallar, aunque todo puesto en el contexto de que la armonía del universo depende de ciertos momentos oscuros y caóticos que mantienen equilibrada la balanza. Un mismo acento colocado tanto al inicio del film, como ante la explicación musical de la afinación de las cosas.
Dotada de una fotografía
exquisita, donde
los blancos y los negros logran contrastarse con intensidad y parsimonia, Werckmaister Harmóniák es una película
que puede verse sin comprender nada de lo que vemos, dejándonos impresionar
sólo por las hermosas secuencias a las que Tarr nos tiene tan acostumbrados.
Pero no es lo que quisieran sus creadores, ¿no?.
Esta
película tiene algo de hipnótica, ya
sea por sus colores, por los extensos planos y por la intrigante historia que
se va cocinando en boca de sus mismos personajes. Todo eso, recogido por el
paciente oído de János.
Desde que
comienza el metraje, nos transformamos en la compañía permanente de János:
Caminamos junto a él, nos sentamos frente a frente al momento de comer y nos inundamos
de miedo cuando corresponde. Estamos tan
cerca de su persona como la cámara del personaje. En ese sentido, el nivel
más cercano a nosotros es el elemento Hombre, al cual, siendo simples mortales,
tenemos permitido conocer.
La
historia está configurada desde el misterio: ¿Qué cosas comenzaron a suceder en
el pueblo? o ¿por qué existe este ambiente de fatalidad?. La ballena se alza como el elemento perfecto para sellar el suspenso que
constantemente está imponiendo la historia. Pero no es sólo la llegada de ese
factor externo a la localidad, sino el clima frío termina por decorar con delicadeza
la hostilidad del ambiente. Cosa que es minimizada por la ingenuidad con la que
se relaciona János con todos.
Hay una cuestión que no puedo dejar de mencionar si se trata de esta película. Me refiero a esa cualidad que tienen los planos de ir mutando de manera ralentizada y bella. Los cortes prácticamente se ocupan para cambiar de escena, no antes. Hay una madurez por contemplar a lo largo de todo el film. Recuerdo una de las escenas iniciales donde János ve por primera vez el camión que transporta a la ballena a lo lejos. La cámara se mantiene en posición y poco a poco nos vamos dando cuenta de la magnitud del vehículo, mientras que la silueta de János también va tomando forma en el plano, quedándose sorprendido por la presencia que acaba de llegar a su pueblo. Si los directores no se hubiesen tomado el tiempo de grabar todo ese recorrido, hasta que las paredes de metal del container cubrieran por completo el plano, ni János ni nosotros hubiésemos comprendido la magnitud de tal evento. La llegada de esta presencia en el pueblo es el símil al eclipse total que es graficado al inicio del film. La escena termina de forma magistral enfocando un cartel que anunciaba la atracción circense en el pueblo, entendiendo que el camión alberga en su interior a la misteriosa criatura.
El príncipe
por otra parte, si bien es manejado con igual nivel de misterio o inclusive más
que la ballena, evoca el caos y la destrucción. La hora antes de la anarquía es la ballena, y el momento justo de
anarquía es el príncipe. El humano en cambio, es trascendental.
No hay comentarios:
Publicar un comentario