Cesare deve
morire
Paolo
Taviani, Vittorio Taviani
2012
Italia
En una
cárcel romana se comienza a preparar la obra de Shakespeare, Julio César. El
film es una docuficción que cuenta cómo los talleres de teatro transportan a los
presos al papel de verdaderos actores profesionales.
Que
alegría encontrarse con películas que logran reunir con tanto ingenio las
letras y símbolos del alfabeto cinematográfico.
Hay
ciertos films que logran alcanzar cierto grado de perfección en su historia o
fotografía, descuidando -o mejor planteado- no logrando alcanzar ese mismo
nivel en otros elementos cinematográficos. Sin embargo, Cesare deve morire aúna
la totalidad de estas aristas y las hace convivir en la corta duración del
metraje para que se adornen y mejoren entre ellas. La armonía del paraíso se
puede lograr hasta dentro de una prisión.


Los
hermanos Taviani construyen un historia desde los fundamentos del teatro para
luego ir mutando al cine. Como una muñeca rusa, es una historia dentro de otra
historia: 1) Shakespeare (ficción teatral), 2) Prisión (ficción
cinematográfica). Aunque hay un punto intermedio que es rozado continuamente
pero no es un paradero fijo en la trama, me refiero al Actor. Que se configura
como una transición entre ambas realidades que hace parecer ficticia a su
homóloga cuando se está del lado de la otra. Digamos que la naturaleza
carcelaria se presta como puesta en escena para la ficción creada por el
escritor inglés. Mientras que el conflicto creado en Julio César sirve para
expresar el ánimo de los reclusos. Su argumento trazado por la justicia, que
lidera Bruto para con Julio César, se ve contrapuesto con la justicia que estos
reclusos están pagando con sus días de condena. Todo parece ser cooperativo en
este film.
Pero no
sólo es la novedad del guión al poner a los mismos reclusos a interpretar
personajes de una obra de teatro dentro de una película. Sino que el montaje le acompaña con la misma
atracción de la historia. La capacidad que tiene la yuxtaposición de planos es
tan fuerte que puede destruir paredes concretas y de tiempo. En ese sentido,
los espacios se ven acortados gracias al montaje, dando la impresión de que los
reos siempre están en los zapatos del personaje con la intención de actuar.
El golpe
más importante que se da desde el montaje es la decisión de comenzar el film
por el final, sin que el espectador tenga ningún antecedente de que los actores
son prisioneros. Primero conocemos al personaje “ficticio” y luego al personaje
“real”, a través de aquellos títulos sobre el rostro en blanco y negro de cada
uno de los actores, dándonos a conocer el motivo de su encarcelamiento y el
tiempo de condena.
Cesare deve morire es una reflexión sobre la
influencia directa del arte en la vida de las personas. Jugando con la
dicotomía escapista de que un actor puede ir a cualquier parte, a cualquier
tiempo, a cualquier “zapato”, independiente que sea un reo condenado a cadena
perpetua. Este contraste permanente, puesto con acentuación sobretodo en la
intensa fotografía b/n que domina gran parte del metraje, es la que marca el
ritmo y la dinámica de la historia. Lo visual más el juego de sonidos, que
constantemente te llevan a la obra y repentinamente te sacan de ella para
instalarte en el espacio fílmico, arman un ejercicio que encuentran la novedad
en el espectador. Pero lo fríamente pensado de los hermanos Taviani, se conjuga
con la emotividad de contemplar el proceso de este grupo de hombres condenados,
que logran saborear el sueño de la justicia. Recordemos la reflexión final de
uno de los reclusos: “Desde que me familiaricé con el arte, esta celda se ha
vuelto una prisión”.