Gatos Viejos
Pedro Peirano, Sebastián Silva
2010
Chile
En un
departamento santiaguino vive Isadora (Bélgica Castro) con su pareja Enrique
(Alejandro Sieveking). Una mañana su hija Rosario le comunica que le hará una
visita por la tarde. Mala noticia para una anciana que debe luchar por ocultar
sus evidentes síntomas de Alzheimer.
Despertamos
bruscamente en la cabeza de una anciana senil con el miedo de caer en la
demencia y nunca más regresar de ese lugar. Lo que para una persona deberían
ser sus últimos y más tranquilos días, se transforman en una batalla constante
por no perder la cordura. Pero el
verdadero problema de Gatos Viejos es
cuando la misma película empieza a delirar al igual que su protagonista. Por
momentos pierde el foco y se hace demasiado recargada con la exageración del
personaje de Rosario (Claudia Celedón)
Si bien está dotada de breves cuotas de humor a
lo Don Serapio, y a momentos la vivencia de esos espacios vacíos en los que cae
la mente de Isadora son retratados con poesía y crudeza, no es suficiente para profundizar
en una historia que a ratos parece perder el rumbo.
El tiempo
narrativo tiene la extensión de un día en la vida de estos personajes, por eso
la trama posee una naturaleza frenética
que se realza con la personalidad de Rosario, que aprovecha cada paseo al baño
para aspirar un poco de polvillo blanco.
La
aparición de Catalina Saavedra en el papel de Hugo, la pareja de Rosario, le
agrega ciertos valles de relajo y calma a la tensión creada entre madre e hija,
enfatizando en la incomunicación entre ambos personajes. Saavedra siempre sabe responder de manera acertada a sus personajes,
aunque no esperaba a alguien tan marimacho y estereotipado para una lesbiana,
aunque ya avanzado el metraje nos vamos acostumbrando a sus formas.
La dupla Peirano-Silva construye una
historia que castiga tanto a hijas como a madres. Ambas son culpables de sus
distancias. Y el escenario desesperante de la antesala de la locura es la
instancia forzada para solucionar los conflictos arrastrados por años.
Debo
confesar que el final de La Nana (2009)
me dio un poco de escalofríos. Con Gatos
Viejos no fue el caso, sin embargo me
queda la sensación de haber visto una historia fallida. A momentos reí con ciertas
situaciones y quedé fascinada con la actuación de Bélgica Castro. Pero son
elementos que no logran unificar un film disperso que parece hecho de manera
muy fría.
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