lunes, 18 de febrero de 2013

GATOS VIEJOS Y DISPERSOS


 

Gatos Viejos
Pedro Peirano, Sebastián Silva
2010
Chile

En un departamento santiaguino vive Isadora (Bélgica Castro) con su pareja Enrique (Alejandro Sieveking). Una mañana su hija Rosario le comunica que le hará una visita por la tarde. Mala noticia para una anciana que debe luchar por ocultar sus evidentes síntomas de Alzheimer.


Despertamos bruscamente en la cabeza de una anciana senil con el miedo de caer en la demencia y nunca más regresar de ese lugar. Lo que para una persona deberían ser sus últimos y más tranquilos días, se transforman en una batalla constante por no perder la cordura. Pero el verdadero problema de Gatos Viejos es cuando la misma película empieza a delirar al igual que su protagonista. Por momentos pierde el foco y se hace demasiado recargada con la exageración del personaje de Rosario (Claudia Celedón)

Si bien está dotada de breves cuotas de humor a lo Don Serapio, y a momentos la vivencia de esos espacios vacíos en los que cae la mente de Isadora son retratados con poesía y crudeza, no es suficiente para profundizar en una historia que a ratos parece perder el rumbo.

El tiempo narrativo tiene la extensión de un día en la vida de estos personajes, por eso la trama posee una naturaleza frenética que se realza con la personalidad de Rosario, que aprovecha cada paseo al baño para aspirar un poco de polvillo blanco.   

La aparición de Catalina Saavedra en el papel de Hugo, la pareja de Rosario, le agrega ciertos valles de relajo y calma a la tensión creada entre madre e hija, enfatizando en la incomunicación entre ambos personajes. Saavedra siempre sabe responder de manera acertada a sus personajes, aunque no esperaba a alguien tan marimacho y estereotipado para una lesbiana, aunque ya avanzado el metraje nos vamos acostumbrando a sus formas.


La dupla Peirano-Silva construye una historia que castiga tanto a hijas como a madres. Ambas son culpables de sus distancias. Y el escenario desesperante de la antesala de la locura es la instancia forzada para solucionar los conflictos arrastrados por años.

Debo confesar que el final de La Nana (2009) me dio un poco de escalofríos. Con Gatos Viejos no fue el caso, sin embargo me queda la sensación de haber visto una historia fallida. A momentos reí con ciertas situaciones y quedé fascinada con la actuación de Bélgica Castro. Pero son elementos que no logran unificar un film disperso que parece hecho de manera muy fría.    

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