Quizás hoy en día escribir
de cine parezca algo obsoleto y obstinado. Una actividad algo caprichosa que
pareciera ir dirigida… a nadie. ¿Cuántos de ustedes han leído una entrada
completa en este blog?... ¿O en algún otro blog de cine?
Quizás hoy en día hacer
“crítica” de cualquier cosa sea llenarse de caca para luego llenarse moscas. Es
que sí, el campo -al menos en este lugar del mapa- está algo lleno de
pedantería y estructuralismo. Una zona donde las películas son reducidas con
mucha facilidad a una insípida nota. Hay que reivindicar la labor del crítico
aunque algunos griten desde su cómoda trinchera irónica: “¡los tontos graves!”.
No queremos estancarnos en
el simple comentario o reseña de cine, ni tampoco dar juicios valóricos que
replican una y otra vez el modelo dominante. No queremos caer en el relativismo
de decir: “es que en gustos no hay nada escrito”; Hay que hacer crítica porque
el pensamiento crítico ES necesario.
Creemos en la difusión de
una cultura cinematográfica. Una que está dialogando con su contexto, y no
precisamente por eso, deba llevarse la etiqueta sesgada de estar “politizada”.
Entonces, escribir de cine ahora
no sólo parece una actividad caprichosa como al principio, sino también una
actividad injusta. En ese preciso momento es cuando nace la imagen de Baltasar,
el personaje que hace 48 años atrás fue creado por Bresson. Un burro -¡qué
animal más menospreciado que el burro!... (las ratas tal vez)- que comenzó su
vida dichoso como las películas de Spielberg, pero que al pasar el tiempo fue
perdiendo la fantasía. Es lo que te tocó vivir Baltasar, parece decir el título
del film. Injusticia azarosa.
Con nuestra palabra queremos
darle su redención, y de pasada, molestar un poco más que el resto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario