martes, 19 de marzo de 2013

THE MASTER: DE LA MANO DE MAESTROS



 

 The Master
Paul Thomas Anderson
2012
Estados Unidos

El síndrome de descompresión es una dolorosa enfermedad que sufren los buzos al emerger de manera muy deprisa a la superficie, sometiendo al organismo a un repentino cambio de presión.

No sé si es porque nuestro protagonista es un marinero o porque su expresión facial me transmitió constantemente dolor, pero la enfermedad del buzo fue un recordatorio continuo a lo largo de The Master.


Yo me pregunto: ¿qué hace un solado luego de regresar de la guerra?... Convengamos que no están hechos para mantener la paz, un sofisma que desvía la atención de su verdadero propósito: lo bélico. Y es en su regreso donde la descomprensión es inevitable cuando la presión “social” cambia de manera tan brusca. De bestias a seres humanos vueltos a acomodarse en la sociedad. Y parece optimista el dato de que estamos hechos principalmente de agua, el elemento que se moldea a cada recipiente. Pero da la impresión de que son los “otros” los elementos los que causan los peores estragos. Esos que están en porcentajes inofensivos, durmiendo en traumas no solucionados que hacen ebullición luego de volver de la batalla.

Freddie Quell (Joaquín Phoenix) es un marino que vuelve a Estados Unidos luego de la 2da Guerra Mundial. Se desempeña como fotógrafo y tiene ciertas habilidades para confeccionar alcohol de dudosa procedencia. Buscando refugio luego de meterse en ciertos problemas, ingresa al barco del líder de una organización religiosa Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman), con quien entabla una estrecha amistad y lo acoge en su familia. 




The Master es un intenso filme sobre la psicología de su protagonista, teniendo incluso el mérito de dejar en segundo plano la exposición de la Cienciología. Dato no menor que ayudó a promocionar el sexto largometraje de Paul Thomas Anderson.

Joaquín Phoenix está simplemente impecable. En general toda la película goza de un reparto que está a la altura de la complejidad de sus personajes, pero Phoenix logra encrudecer la pantalla. Para que se hagan una idea, Freddie Quell es un tipo que ya parece desahuciado en la vida. Un alcohólico, haragán, gruñón e inestable individuo que sin embargo logra mantenerse en pie cada vez que se le solicita. Su cuerpo, que ya ha soportado demasiadas batallas, se mantiene imperturbablemente encorvado como si de un viejo de 80 años se tratase. Aunque su mentón siempre apunta hacia arriba, frunciendo el ceño y mostrándose reacio a cada detalle que se le presenta.

La dupla Phoenix y Hoffman se transforma inmediatamente en una pareja de culto. Una relación paternal que saca lo mejor de cada interpretación. El papel de Philip Seymour encandila hasta los más escépticos, y no precisamente por lo que dice, sino que por su carisma y convencimiento. Y precisamente la oscuridad del filme nace del seguimiento enceguecido hacia la figura de Lancaster Dodd, cosa que hace ver más derecha a la retorcida mente de Freddie.   

The Master perfectamente pudo erguirse como LA película estadounidense del año pasado, pero pasó desapercibida como un pequeño insecto sobre la mesa.   

El humor y la perspicacia de Anderson se mezclan en un relato de dimensiones épicas que sin lugar a dudas nos presenta el cine más maduro que este director ha logrado, Desde Sydney (1996) hemos visto cómo se ha ido transformado en su propio maestro.

Un relato sombrío que describe el surgimiento de las creencias disparatadas en base a una excelente capacidad retórica. La elevación del maestro y la independencia de un aprendiz indomable, un marinero que navega a la deriva es un individuo rodeado de locura, aunque puede jactarse de su libertad.

Vemos en The Master no sólo la inmersión del ser humano, sino la búsqueda incansable de un lugar que encaje en su existencia. Por eso Freddie Quell está destinado a desencajar; por su cuerpo anguloso, su risita nerviosa, su evidente incomodidad y porque la constante salida a la superficie lo expone como un ser defectuoso que inevitablemente, de tanto en tanto, deberá volver a sumergirse. Un personaje imperecedero, valioso y que logra hacer ecos en las melodías creadas por Jonny Greenwood y la potencia visual de Paul Thomas Anderson. Sin dudas la santísima trinidad del año 2012.    


 

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