Kurôzu zero (2007) y Kurôzu zero
II (2009)
Takashi Miike
Japón
Decidirse por
una película de Takashi Miike sin conocer mucho de su trabajo, a estas alturas
parece una hazaña de proporciones mayores. Es que este director japonés tiene tantas
producciones a su haber que al momento de la decisión nos podemos perder en un
mar de estilos marcados por la extremidad y bizarriedad de Miike. Pero si en un
momento de incertidumbre, lo único que tenemos claro es que buscamos
entretención y acción con un “aire” diferente, podemos arriesgarnos con
seguridad a ver la saga de Crows Zero
(o Kurôzu zero originalmente) de
Takashi Miike.
Las dos
películas que la componen funcionan como
precuelas del manga del mismo nombre escrito por Hiroshi Takahashi, en el
que está basada la historia.
Crows Zero está ambientando en el instituto Suzuran donde lo que
menos se hace es estudiar. Un colegio para valientes donde parece reinar la
anarquía. Pero más que caos, los
estudiantes se rigen por una organizada y rígida estructura que se va ordenando
de acuerdo a los líderes más fuertes. Los alumnos pertenecen a clanes representados
por un cabecilla que obviamente requiere que sea el más fuerte. La historia de
Suzuran dicta que no ha habido nadie que antes haya logrado conquistar todo el
instituto. Hasta que Genji se
integra al tercer año del colegio. Hijo de un jefe mafioso de los yakuzas
(infaltables en el ajedrez de Miike) desea demostrarle a su padre que es capaz
de hacerse cargo del negocio convirtiéndose en el único líder de Suzuran y
lograr lo que nadie ha podido. Para cumplir su desafío debe enfrentarse al grupo
más poderoso de la escuela, encabezado por un alumno de tercer año: Tamao Serizawa, otra de las leyendas
vivas de Suzuran.
El argumento de Crows Zero se
moviliza entre lo juvenil (teenager) y los códigos de la animación japonesa. Es
una hipérbole sacada del 2D que al comienzo sorprende por descontextualizar
estos mismos elementos. Luego vamos comprendiendo que Miike respeta la fuente
creativa del manga y ya se nos hacen normales las exageraciones en la trama.
El honor y la amistad son el eje central de la historia, y
tal vez por eso se afirme que esta es una de las películas más comerciales de
Miike; son temáticas universales que funcionan con mayor empatía para personas
que no están acostumbradas a historias provenientes de países orientales. A eso
se le suma una cuidadosa caracterización de cada líder del colegio, teniendo
como resultado un grupo de personajes
pintorescos y pregnantes que su único punto de partida posible es en el papel y
como caricaturas. Una combinación que Takashi Miike usa hasta el cansancio (no
digo que sea malo ya que visualmente es sumamente atractivo) apoyándose en el
magnetismo de los personajes para contar una historia que parece un poco
alargada.
Crows Zero I y II es un filme
indiscutiblemente colonizado por hombres que ponen a prueba su rudeza para marcar
territorio. Pero no apela a nada más, por eso es entretenida y disfrutable. La mayor ambición cinematográfica y de
realce dramático es el momento de las peleas, postre de cada minuto a lo
largo de la saga y que a pesar de su abundancia, no dejan de agotar. Acá
apuestan por la no idealización de la
lucha en el sentido de la ejecución. Quiero decir con esto que no se
degasta en mostrar intrincadas y habilidosas secuencias de peleas que buscan la
sorpresa del espectador. La lucha de Crows
Zero es tosca, bruta y de aguante. Apela a la fuerza y resistencia de los
combatientes que se baten a combo limpio y patadas poco finas: el último hombre en pie gana.
El conflicto
entre los alumnos es el punto de mayor interés de la saga. Tanto así que otros
elementos narrativos algunas veces llegan a molestar en el interés de ver lo
que sucede en el instituto Suzuran. Como dije anteriormente, es una historia
sobre el género masculino, tanto así, que en la primera entrega, la presencia
de la amiga de Genji (el personaje femenino más “relevante”) no sobrepasa la
mera utilidad decorativa y musical. Por otra parte existe el conflicto de Ken y Kawanishi (Crows
Zero II) que si bien le agregan el toque más dramático a la serie,
debilitan el guión, sobre todo con la aparición del segundo personaje que
parece crear un conflicto demasiado grande para lo poco importante que termina
siendo para el protagonista y los demás alumnos. Es esporádico y forzado y
ambos personajes se transforman en un mundo apartado de la acción principal,
que si bien ayudan a transmitir el mensaje de fraternidad de la mística del
instituto, su presencia es más bien prescindible.
Este animé llevado a la realidad es un entretenido filme de acción
que al son del rock and roll japonés, con un atractivo estilo videoclipero y con la metáfora del
cuervo como un animal causante de rechazo que encuentra hermandad en sus mismos
pares, posiblemente logra atontar al espectador con sus golpes directos en el
rostro, pero siempre dejándolo a medio morir con la conciencia de saber que no está viendo más que una energética historia
de adolescentes donde seguramente cada golpe le recordará que la juventud nunca
había sido tan buena.
Yo creo que Miike fue uno de los primeros directores japoneses en entender realmente lo que se necesita para llevar un anime a la realidad. La película es delirante pero impecablemente realizada, y hasta los personajes más fugaces resultan interesantes en ese caos escolar. Me encantan, para mí están todavía un poco más allá del mero divertimiento consiguiendo ser unas increíblemente buenas cintas de acción.
ResponderEliminarSaludos.
Yo creo que Miike está algo más aposentado estos últimos años, no está en aquella vorágine de rodar todo y de todo. A mi su cine me gusta a ratos. A mi 13 asesinos me gustó mucho.
ResponderEliminarSaludos
Roy
Wuuu!!
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