Midori, la niña de las camelias (Hiroshi Harada,
1992)
Esta película basada en el manga
escrito por Suehiro Maruo se me presentó como un hallazgo un día cualquiera. Yo,
sin ser muy entendida en la animación japonesa sé, que a pesar de la austeridad
con la que está realizada la película no deja de convertirse en un objeto de
culto y devoción. Los créditos se los daré, sin saber, repito, mucho del tema –sólo
me guio por la lógica- al creador del cómic Suehiro Maruo. Ya que la película
responde con fidelidad a las imágenes creadas en el manga.
La magia y la
ilusión son el eje de toda la trama argumental de esta creación japonesa.
Midori es una niña que al perder a sus padres se ve obligada a irse con una
feria de monstruos, quedando a la merced de todas las desgracias que una
infortunada niña indefensa pueda recibir en su camino. Maruo no duda en hacer
sufrir a su protagonista, por eso debemos prepararnos para altas dosis de violencia
en la pantalla.
Pues bien, Harada
presenta dos planos bastante distinguibles entre sí: El primero es el plano formal, el cual está en función
del bajo presupuesto con el contó la película y que responde al hecho de que se
haya transformado en una película de culto. Buscando una definición correcta yo
diría que Midori es un manga
deformado para “caber” en el formato cinematográfico. La mayoría de sus planos
son estáticos, y la transición para pasar de uno a otro es casera y escasea en
fluidez de movimientos. Eso es bastante cruel para quien mira, ya que las imágenes
son lo bastante poderosas en sí mismas, entonces lo que uno espera es el
espectáculo del movimiento que otorga el cine. Maruo tortura a su protagonista,
pero Harada castiga al espectador. Es sin lugar a duda el punto más bajo de la
película, a pesar de encontrarse con la paradoja en la calidad de las imágenes presentadas.