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jueves, 6 de diciembre de 2012

UNA PELÍCULA DE HIERRO

Tetsuo, el hombre de hierro
Shinya Tsukamoto
1988 (Japón)
 
¿Qué diría Baltasar si viera esta película? Él, tan acostumbrado a la contemplación cansina de la vida. No extrañado de la crueldad, pero sí de futilidad de la imagen. Al plano veloz y fragmentado, al metal y a la carne.
Tetsuo (1988) es una película que parte de una premisa simple: un hombre se comienza a convertir en metal. Bajo esa línea, Shinya Tsukamoto compone un viaje frenético y surrealista, apoyando toda la tensión en malabares visuales que deslumbran durante una hora. 
La simplicidad del argumento le da razón al saturado decorado de cada plano. Es epiléptico a momentos. Mezclando técnicas de stop motion Tsukamoto va haciendo avanzar a sus personajes por una ciudad gris, de cemento, emocionalmente muerta, disecada por el metal.
Sólo son dos los personajes que le dan sustento a la trama. El hombre que se comienza a convertir en metal, y aquel que es atropellado por el primero y que gusta de enterrarse pedazos de metal en su cuerpo. Luego de una descripción detallada de la metamorfosis del primer hombre, contemplamos una lucha incesante entre ambos personajes que poco a poco van siendo sumergidos en una lucha mucha mayor: el metal mismo.

viernes, 16 de noviembre de 2012

EL CINE ES SURREALISTA

Holy Motors
Leos Carax
2012 


Holy Motors es una rareza. Una visión creativa del oficio del actor, del desdoblamiento de un personaje a otro y del nacimiento de una nueva identidad y la consecuente pérdida de otra.
Al principio parece una historia incomprensible pero poco a poco se van dando atisbos del horizonte observado con mucha más claridad: una pantalla de cine.
Mr. Oscar parece ser alguien importante que tiene un trabajo importante. Va en limusina  y misteriosos encargos aparecen en su lado. Se maquilla y al bajarse del vehículo es alguien diferente. Su trabajo es la representación de diferentes personajes.
Leos Carax logra presentarnos un verdadero teatro de las variedades encarnado en un solo personaje, un viaje surrealista que va dando saltos bizarros por una ciudad que imita a la realidad. Sobre una limusina que automáticamente me hace recordar al hermético protagonista de Cosmopolis, él último paseo de Cronenberg por la ciudad. También el color del vehículo es el mismo, al igual que el nivel de incertidumbre para el espectador.
Holy Motors es una ingeniosa metáfora sobre la realidad representada “para” la pantalla y sobre la continuidad de la “otra” realidad, aquella que hace volver a los actores a sus verdaderos papeles.

lunes, 22 de octubre de 2012

A WOODY CON AMOR


To Rome with Love
Woody Allen
2012
 
Woody Allen es uno de los directores más interesantes en el panorama cinematográfico estadounidense. Prolífico y locuaz, Woody ha sabido reinventarse con el paso de las décadas, presentado en la mayoría de sus historias una perspectiva fresca y renovada. 

Después de su “Medianoche en París” (2011), la cual tuvo buena acogida por la crítica y el público, nos presenta la siguiente parada en su itinerario: “A Roma con Amor”. Que como ya lo deja a entrever el título, es imposible no caer en comparaciones. Pues bien, si “Medianoche en París” intentaba reflejar el idealismo del amor en un entorno parisino poético y novelesco, “A Roma con Amor” proyecta la visión del amor desde un punto de vista pasional, adornado con el temperamento exacerbado de los italianos. Es un amor ligero de ropas mezclado con el humor tan característico del director neoyorkino. 

“A Roma con Amor” es una película coral donde los personajes van entrelazando una historia de confusiones y amoríos que tiene como escenario la bella Roma.   

Allen nos presenta con genial picardía cuatro situaciones que nacen del encuentro, algunas veces fortuito, de los personajes: Leopoldo (Roberto Benigni) con el sueño del pibe cumplido. Jack (Jesse Eisenberg) y su aventura amorosa con Mónica (Ellen Page). La pareja de recién casados de Antonio (Alessandro Tiberi) y Milly (Alessandra Mastronardi) que separados se reencuentran con la pasión. Y el choque cultural entre USA e Italia abanderado por el mismísimo Woody Allen y Michelangelo (Flavio Parenti). 

Sin buscar el deslumbramiento del espectador, Allen apela a la ligereza del tema para crear una historia llena de gags y tonos surreales que poco a poco dotan a la narración de la precisión necesaria para revelarse como una comedia relajada con el claro sello de su autor. Un trabajo bien pulido sin aires de grandeza.

Woody es un comediante y en este terreno los malabares son realizados con destreza. Promete varias risas al más puro estilo italiano.