lunes, 14 de mayo de 2012

LA SORPRESA ESTÁ EN LA IMAGEN

Caché (Michael Haneke, 2005)
Algunos pueden caer en el tedio más profundo al enfrentarse a Caché. Pero Hanke usualmente agota al espectador al igual que sus propios personajes. Atiza el fuego a cada momento; con planos largos, diálogos que vuelven a ser repetidos, escenas donde parece no ocurrir nada, etc, etc, etc.

¿Pero acaso alguien puede hacerlo de la misma manera que Haneke? 


Caché en un primer plano puede llegar a ser la historia de la típica familia burguesa, cuya seguridad tan bien cimientada, puede verse franqueada por la llegada de anónimos cassettes con grabaciones de su vida. Tan sólo imagínenese ser obligados a contemplar las largas escenas del frontis de la casa. Parece ideal para el austriaco. Pero en un plano más profundo, Caché se puede tranformar en la forma de evidenciar el conflicto franco-argeliano que le pesa a la historia francesa. Un problema con los inmigrantes donde se mezclan temas educacionales y discriminatorios. Son dos contrastes extrapolados: el protagonista quien lleva una vida acomodada y refinada. El set de su programa de televisión es replicado en su hogar, sólo que ahora de manera real, es hiperrealidad. Mientras que a Majid lo vemos casi siempre en la silla en su departamento, humilde y agotado, con una carga invisible a los ojos, pero evidente por lo aquejumbrado del hombre. Algunos pueden hablar de mala fortuna, pero evidentemente hay cosas que aquí aún no están resueltas, tal vez esa es la respuesta más simple al misterioso final que nos presenta Haneke. Final que significó un fraude para los que esperaban un descenlace más "sorprendente". Pero ese es el punto, la sorpresa no es la fundamental, ya que la interrogante "quién envía las cintas y dibujos" no es relevante para la historia. Hágan el ejercicio de darle a cualquiera de los personajes ese rol; no soluciona nada. Y nuevamente somos engañados por la articulación de Haneke, ya pareciése que Caché  pertenece al género del trihller, entonces nos convencemos fácilmente que lo primero y más importante es resolver las incógnitas que gatillan la trama.

Es interesante ver cómo la función utilitaria de la cámara se vuelve parte de la narración; ya avanzada la historia dejamos de saber qué corresponde a las grabaciones misteriosas y a la narración de la historia que no pertenece a los videos. Se logran homogeneizar estas divisiones para confundir al espectador, para convertirlo a él mismo en un espía, en un cómplice. Es una de las escencias del cine.

Naturalista en su composición, perturbadora y agobiante. Obviamente el cine no es medio para distenderse con Haneke. Glacial y crítica. La culpa es un eje que mueve individuos, nunca termina por acabarse, y lo complicidad coquetea con ella. ¿Y al final importa tanto quién haya enviado los dibujos macabros y las cintas? 

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