lunes, 29 de julio de 2013

UNA BRILLANTE SEPARACIÓN


Jodaeiye Nader az Simin
Asghar Farhadi
2011
Irán


Una de las películas más impecables de los últimos años. El manejo del drama y la inteligencia en el entramado de sus diálogos le otorgan un gran ritmo a un film que no nos hace recoger pistas, sino cosechar moral.

Nader y Simín se están separando (Payman Moadi y Leila Hatami). La cámara que parece fija, a ratos oscila con pequeños movimientos. Escuchamos la voz de una tercera persona. Un juez que no logramos ver. La película aún es muy joven, pero Asghar Farhadi,  - Director iraní del film – ya nos pide que nos pongamos en el papel de observadores de los acontecimientos que han de devenir.






Nader evita mirar a Simin

Nader y Simín se están separando. Simín es la que solicita el divorcio, pero el juez desestima la petición, considerándola carente de argumentos. Ella quiere llevarse a su hija a vivir en un país con mejores oportunidades. Acá vemos una de las primeras grandes frases del film ¿Y qué tiene de malo este país? Pregunta el juez, pero parece salir de la boca del propio Farhadi. Simín no sabe responder. Nader dice que no puede irse porque tiene que cuidar de su anciano padre que padece alzhéimer. ¿Acaso él sabe que eres su hijo? Argumenta Simín. ¡Pero yo sé que él es mi padre! Responde Nader.

Después del fallido intento de divorcio Simín abandona el hogar y se va a vivir con su madre, dejando a su esposo el cuidado de su padre y de su hija de 11 años, Termeh. En esta segunda escena vemos por primera vez como las ventanas tendrán un papel simbólico preponderante en el film. 








Todos los integrantes de la familia parecen observarse a lo lejos y a través de estas barreras que van construyendo con habilidad los espacios interiores del departamento. Es en estos planos (similares a los de cineasta chileno Raúl Ruiz) en dónde los personajes se van relevando en movimientos coreografiados y el foco de la acción parece no tener un personaje ni una acción única.







Desde el primer punto de giro (el cual sucede cuando un día Nader y Termeh vuelven a casa y encuentran al padre de éste, tirado en el suelo y amarrado a la cama, sin que haya rastro de Razié, la mujer encargada de cuidar al anciano) la película parece mutar desde un drama hacia un thriller judicial, pero nos hace volver como espectadores, a sentarnos en uno de los escaños reservados para el jurado. Desde acá la película adquiere un ritmo inteligente en el cual los diálogos van enfrentando lógica, veracidad y juicio moral.

El enfrentamiento supera el propio hecho y abre múltiples aristas que Farhadi nos invita a considerar. Desde la realidad socio económica de las dos familias en disputa, el temor a Dios, las mentiras justificadas, la visión oriental de la sociedad, hasta el rol que juegan las hijas de ambas familias.





Desde un pequeño río la película vuelve los problemas mucho más caudalosos y da las justificaciones para una separación que parece inevitable. Enrostra la incapacidad de los padres para tomar decisiones, entrampándose en argumentos que parecen no ceder y que buscan descanso en su pequeña Termeh. Enfrentándola a sus 11 años a vivir un proceso en el cual jugará un factor fundamental, para solucionar la vida de una familia que se deshace. Y quizás, pensándolo rápidamente, la escena final es una de las más sinceras y devastadoras que he visto en el último tiempo. Pero que brillantemente “Jodaeiye Nader az Simin” se encargará de que cómo jueces, no seamos capaces de ejercer un veredicto claro.



Detalles Plano: Termeh observa a pequeño durmiendo en las faldas de una madre (la historia es singular pero no única). Padre e hija separados por una ventana la cual está trizada (símbolo). Familia vestida de negro, color de duelo (separación)



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