lunes, 4 de febrero de 2013

EL TIEMPO MUERTO DE COBAIN



Last Days
Gus Van Sant
2005
Estados Unidos


 Blake es un rockstar oculto en su casa en el campo. No habla. No se relaciona con nadie. Es sucio y descuidado. Toca su guitarra y canta de manera desgarradora. Blake muere.


Last Days nunca intenta ocultar su conocido argumento, ni tampoco alberga giros sorpresivos a los largo de la historia. Last Days es una referencia directa a los últimos días del músico de rock, Kurt Cobain. Aquellos que busquen un film que cuente la historia-nunca-antes-vista del artista grunge están tan perdidos como la cámara de Van Sant en esta película. De hecho el guión ni siquiera se molesta en entrar en detalles (nunca vemos al artista drogándose), sólo se atiene a mostrar la esencia. Ese espíritu desencajado de su cuerpo esperando algo para salir escapando de una vez por todas.

Esta película vine a componer la tercera parte de la Trilogía de la Muerte de Gus Van Sant (Gerry, 2002 y Elephant, 2003). La primera aún no la he visto. Pero sí puedo afirmar que Last Days sigue los mismos pasos de Elephant. Si bien aquí omite la coreografía de cámaras utilizada en la historia de la masacre de Columbine, sí mantiene el ritmo cansino y contemplativo en cada una de sus escenas. Naturalista en su estilo y austero es su puesta en escena, intentado evocar el ocaso del artista por medio de los tiempos muertos. Ese momento del día donde la luz comienza a ser más tenue dándole paso a la luz del anochecer; la transición entre la vida y la muerte.   


Hace poco leí Heavier than Heaven (2001), que cuenta con lujo de detalles la vida y muerte de Cobain. Es una investigación exhaustiva del periodista Charles R. Cross, que logra transmitir de manera muy gráfica la montaña rusa de cual Kurt nunca se bajó. Por eso la versión de Van Sant se vuelve tan contrastante con respecto a esta historia por ejemplo. Acá no existe el intento de enfocarse en los hechos sino en el ánimo . Tal vez la pulsera que lleva Blake al inicio de la película es el detalle más esclarecedor que tiene el espectador para inferir que el joven ha estado antes en un recinto medicinal, cosa que nos sirve para relacionar el escape que realizó Kurt de un centro de rehabilitación días antes de acabar con su vida. Iniciando con esto, el último capítulo de su vida.     

Por eso afirmo que la película no es explicativa, sino expresiva. Lo que al principio parece ser una serie de sucesos erráticos e inconexos, luego se revelan como parte del orden universal de la vida del protagonista. Es entonces cuando la muerte parece un paso natural y lógico en la vida de Blake.

Y sí, es un poco irrisorio hablar de “Blake” cuando todo nos habla de Kurt; sus ropas, su postura y su actitud es un recordatorio constante de quien es. Pero escuchamos nombrar a “Blake” y se produce la disonancia. ¿Por qué hacerlo tan evidente en la forma visual y a la vez tan distinto en el lenguaje? Ambos elementos son contraproducentes… ¿como Kurt y la heroína?. Tal vez fue el mismo juego que quiso seguir Van Sant al ocupar el nombre de los actores secundarios para sus personajes.

Last Days se mueve entre el sosiego de su protagonista y la calma de la cámara. Es tan importante ver el concierto en solitario que hace Blake en su casa como los árboles que ayudan a ocultar la presencia de un rockstar. Obviamente lo que el autor quiso retratar con especial énfasis fue el entorno que rodeaba al artista y su permanente intento de evasión. La tranquilidad de una casa que parece abandonada encuentra su complemento perfecto en el cuerpo fantasmagórico de Blake que deambula por el vacío de los espacios. Es su tiempo muerto siendo grabado, pero no porque salga en pantalla está obligado a tener sentido.

 

Y así se va pasando Last Days, con una atemporalidad ralentizada en un metraje de modesta duración. Un tanto aletargada y repetitiva como su propio protagonista. En ese sentido le es fiel a su personaje, no a la historia ni al espectador. Bien por Gus. Mal por nosotros.

Sin embargo, luego de ver el film queda la sensación de que realmente un chaleco a rayas, unas zapatillas gastadas y unos lentes de sol logran exudar el hastío y despreocupación de un ícono que reflejó a toda una generación. La construcción simbólica en torno a los objetos son los que finalmente hacen interesante la historia, sin ellos, no sería más que una tomadura de pelos.

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