Last Days
Gus Van Sant
2005
Estados Unidos
Blake es un rockstar oculto en su casa en el campo. No habla. No se
relaciona con nadie. Es sucio y descuidado. Toca su guitarra y canta de manera
desgarradora. Blake muere.
Last Days nunca
intenta ocultar su conocido argumento, ni tampoco alberga giros sorpresivos a
los largo de la historia. Last
Days es una referencia directa a los últimos días del músico de rock, Kurt
Cobain. Aquellos que busquen un film que cuente la historia-nunca-antes-vista
del artista grunge están tan perdidos como la cámara de Van Sant en esta película.
De hecho el guión ni siquiera se molesta en entrar en detalles (nunca vemos al
artista drogándose), sólo se atiene a mostrar la esencia. Ese espíritu desencajado
de su cuerpo esperando algo para salir escapando de una vez por todas.
Esta película vine a componer la tercera parte de la Trilogía
de la Muerte de Gus Van Sant (Gerry,
2002 y Elephant, 2003). La primera aún no la he visto. Pero
sí puedo afirmar que Last Days sigue
los mismos pasos de Elephant. Si bien aquí omite la coreografía de cámaras
utilizada en la historia de la masacre de Columbine, sí mantiene el ritmo cansino
y contemplativo en cada una de sus escenas. Naturalista en su estilo y austero es su puesta en escena, intentado
evocar el ocaso del artista por medio de los tiempos muertos. Ese momento
del día donde la luz comienza a ser más tenue dándole paso a la luz del
anochecer; la transición entre la vida y la muerte.
Hace poco leí Heavier than Heaven
(2001), que cuenta con lujo de detalles la vida y muerte de Cobain. Es una
investigación exhaustiva del periodista Charles R. Cross, que logra transmitir
de manera muy gráfica la montaña rusa de cual Kurt nunca se bajó. Por eso la
versión de Van Sant se vuelve tan contrastante con respecto a esta historia por
ejemplo. Acá no existe el intento de
enfocarse en los hechos sino en el ánimo . Tal vez la pulsera que lleva Blake
al inicio de la película es el detalle más esclarecedor que tiene el espectador
para inferir que el joven ha estado antes en un recinto medicinal, cosa que nos
sirve para relacionar el escape que realizó Kurt de un centro de rehabilitación
días antes de acabar con su vida. Iniciando con esto, el último capítulo de su
vida.
Por eso afirmo que la película no
es explicativa, sino expresiva. Lo que al principio parece ser una serie de
sucesos erráticos e inconexos, luego se revelan como parte del orden universal
de la vida del protagonista. Es entonces cuando la muerte parece un paso
natural y lógico en la vida de Blake.
Y sí, es un poco irrisorio hablar de “Blake” cuando todo nos habla de
Kurt; sus ropas, su postura y su actitud es un recordatorio constante de quien
es. Pero escuchamos nombrar a “Blake” y se produce la disonancia. ¿Por qué hacerlo tan evidente en la forma
visual y a la vez tan distinto en el lenguaje? Ambos elementos son contraproducentes…
¿como Kurt y la heroína?. Tal vez fue el mismo juego que quiso seguir Van
Sant al ocupar el nombre de los actores secundarios para sus personajes.
Last Days se mueve
entre el sosiego de su protagonista y la calma de la cámara. Es tan importante
ver el concierto en solitario que hace Blake en su casa como los árboles que
ayudan a ocultar la presencia de un rockstar. Obviamente lo que el autor quiso
retratar con especial énfasis fue el entorno que rodeaba al artista y su
permanente intento de evasión. La tranquilidad de una casa que parece
abandonada encuentra su complemento perfecto en el cuerpo fantasmagórico de
Blake que deambula por el vacío de los espacios. Es su tiempo muerto siendo grabado, pero no porque salga en pantalla
está obligado a tener sentido.
Y así se va pasando Last Days, con una atemporalidad ralentizada en un
metraje de modesta duración. Un tanto aletargada y repetitiva como su propio
protagonista. En ese sentido le es fiel
a su personaje, no a la historia ni al espectador. Bien por Gus. Mal por
nosotros.
Sin embargo, luego de ver el film queda la sensación de que realmente un
chaleco a rayas, unas zapatillas gastadas y unos lentes de sol logran exudar el
hastío y despreocupación de un ícono que reflejó a toda una generación. La construcción simbólica en torno a los
objetos son los que finalmente hacen interesante la historia, sin ellos, no
sería más que una tomadura de pelos.
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