Elysium
Neill
Blomkamp
2013
USA
Seamos
sinceros. Desde Eisenstein, Welles, Dreyer o Bresson, el cine como arte que dialoga
constantemente con su entorno, ha puesto desde el discurso y la técnica
elementos de vanguardia que vienen a perpetuar, validar, evidenciar o rivalizar
contra los sistemas imperantes. Entendido el trabajo cinematográfico como un
ente vivo y simbiótico que no sólo busca representar una realidad, sino que la interpela.
Pero seamos más sinceros. Desde cuándo comenzamos a interesarnos por las
realidades de los que viven junto a nosotros.
Es
evidente que los grandes discursos de la historia han estado ahí, siempre presentes,
y no necesitamos verlos en las noticias o leerlos en periódicos para saber de
su existencia -¿o quizás si?- De esta manera las distintas manifestaciones
sociales que se han producido en los últimos 5 años a lo largo del planeta,
desde Europa, bajando hasta las revueltas africanas, –que dicho sea de paso, no
tienen por donde se lo mire el epíteto de primavera- cruzando el mar hasta
encontrarse con un Estados Unidos más despierto y una Sudamérica más
empoderada. Las micropolíticas sociales han comenzado a poner en los ojos más
somnolientos y los oídos más gastados, discusiones que antes no se atrevían o
no les interesaban hacerlas suyas.
Desde
esta perspectiva, el cine parece generar un vínculo incasable de interés por
rescatar al hombre de las propias aberraciones que este ha institucionalizado y
moralizado. Desde Buñuel y los Olvidados, desde Varda y sus Espigadores, desde
Pier Paolo y sus 120 días en Sodoma.
¿Pero
y qué vuelve a pasar con la gran industria?
Ésta
-al igual que el sistema neoliberal en donde sienta sus bases- parece saber
adaptarse, camuflarse y cambiarse de máscaras con una habilidad impecable. Es
así como comienza a mirar el entorno, a poner sus estetoscopios en el corazón
de las voces, para emerger con sus tentáculos y llenar las salas con afiches y
pop corn.
Desde
que cayeron las Torres Gemelas, el cine volvió a sacar de la historieta a todos
sus súper héroes. Debían volver los Capitanes Américas a tranquilizar y
justificar las guerras que aparecían en el horizonte. Luego vino el fin del
mundo, y la industria volvió a dar esperanza a la humanidad dentro de la
devastación. Hoy en día parece que ha escuchado los clamores populares y
comienza a disfrazar su discurso contra a aquellos mismos que financian sus
películas… ¿irónico no?
Es
así como aparecen directores como NeillBlomkamp -Distrito 9- que parecen
encajar a la perfección con esta nueva tendencia del cine “social”. Esta vez y
a propósito de todo esta introducción, es el turno de Elysium. La película que
los medios han puesto como ejemplo de un discurso con contenido social y
político, ejemplificador y denunciante.
Estamos
a finales del siglo XXI y la película nos resume que la tierra estaba
contaminada y sobrepoblada, razón por la cual la gente más rica se fue a vivir
a una nave llamada Elysium que orbita el planeta. Pasamos de la bastedad del
universo al primer plano de un niño huérfano que mira hacia el cielo. Él, y tal
como le dice la monja mexicana que lo cuida, está llamado a ser alguien
importante.
Desde
ahí en más el discurso social puede leerse con extrema facilidad, redundancia y
pirotecnia. Coloca a los ricos como aquellos que no se quieren mezclar con los
pobres de viven abajo. Coloca a los jefes como deshumanizados tiranos y a
androides policiales como garantes del control más que de la seguridad. Pero
escarbemos un poco más en los detalles que hacen que la película se termine
disparando en su propia cara.
El
primero que sale inmediatamente a la luz, es la realidad de los inmigrantes.
Estamos en el año 2154 y la película transcurre en Los Ángeles. Vemos a Matt
Damon caminando entre barrios muy pobres en los cuales todos parecen hablar
español, un español muy mexicano. Y claramente nos preguntamos ¿dónde están los
estadounidenses?
La
siguiente escena clave, es cuando vemos a Jodie Foster asistiendo a una fiesta
en una de las tantas mansiones que están construidas en el Elysium. Ella
amablemente deambula entre las personas y les pregunta cómo están. Todo bien
hasta que el oído comienza a percatarse del idioma; casi todos los
habitantes hablan francés.
El
mayor antagonista de nuestro héroe es un agente que habita en la tierra llamado
Kruger. Un mercenario frío e implacable que es el encargado de derribar toda
posible nave que quiera violar la frontera cósmica entre la tierra y el
Elysium. Lo extraño es darse cuenta que Kruger es nada más y nada menos que…
Claro un ex soldado de Europa del este.
Entonces
que lectura se puede sacar de todo esto. Las personas más ricas del mundo son
francesas, ellos representan el poder y encarnan la denuncia social que
Hollywood nos retrata. Además el hecho de que la película transcurra en los
Ángeles (California) lugar que en la práctica representa el 26% de inmigrantes,
siendo el estado en donde habita la mayor colonia de mexicanos dentro de
Estados Unidos.
El
ejercicio simple de Elysium podría ser;
Una
película claramente aprovechadora de su contexto, que intenta dejar a la
industria como un ente denunciante contra las desigualdades sociales.
Poniéndose del lado de los más vulnerables, pero que en la práctica no hace más
que reforzar el hecho de que si el mundo está sobrepoblado es por culpa de los
inmigrantes que osaron “invadir” la tierra de los antiguos inmigrantes. Estos
mexicanos, son los que generan la contaminación, la violencia y el declive de
esta tierra. Pero, extrañamente los que habitan el Elysium son franceses, que
viven cruzando todo un océano completo muy lejos de la colina con letras de los
Ángeles… ¿A dónde han huido los dueños de casa?
El
poder puede quedar en las manos de un posible soviético y derrocar la falsa
democracia que existe en el Elysium, por una dictadura irracional y brutal. Y
me vuelvo a preguntar ¿dónde están los estadounidenses?
Claro,
Estados Unidos es Damon. Aquel que se encargara de proteger y aceptar a los mexicanos.
Aquel que vive ignorando las políticas migratorias de un año tan lejano como el
2006. Aquel que pasa por alto el desierto, el río grande y a los frijoleros.
Este Damon que muestra de manera infantil como la crítica que hace esta
película apunta el arma hacia el rostro de la propia industria. Un rostro que
perdió credibilidad hace mucho rato.
Una lectura muy sensata e inteligente sobre esta película, y un punto de vista muy interesante, auque amí particularmente me pareció un buen producto de entretenimiento, y se le puede abonar "su cítica social", es tan políticamente correcta, que definitivamente no pasa de ser eso, un logrado producto de entretenimiento; un saludo
ResponderEliminarToda la razón con su política correcta. Gracias por tu comentario Andrés
EliminarSaludos!!