martes, 24 de abril de 2012

EL VIAJE DE UNOS VAQUEROS

Leningrad Cowboys Go America – Leningrad Cowboys Meet Moses 
(1989 – 1994, Aki Kaurismaki)
Conocida como la peor banda del mundo. Los Leningrad Cowboys nacen en la primera entrega para luego erigirse como una banda real, fuera del mundo narrativo de Kaurismaki.

Ambas películas nos narran el viaje de esta particular banda que desea alcanzar la fama. La primera parte comienza desde que dejan sus frías tierras europeas para pisar suelo gringo, siempre guiados por el déspota Vladimir, manager de la banda que sólo busca retribuciones económicas para su beneficio personal. Es un malvado que Kaurismaki no se molesta en dibujar con trazos bien marcados. Iniciándose así el viaje de un rebaño de músicos que embelesados siguen al falso flautista.

Con peinados estrambóticos, zapatos bien en punta parecidos a los de un prototipo de duende y siempre de terno, parece ser que los Leningrad Cowboys nacieron de esta manera; Un pequeño bebe deja ver su alargado jopo con la humanidad escondida en la cuna, mientras que un joven de la villa no logra alcanzar los dos centímetros de pelo. Parece que algunos nacen con talento y otros se congelan por intentarlo; momento donde el plano da paso al cuerpo congelado de uno de los muchachos que aferrándose firmemente al bajo quedó tendido de espaldas en tierra de nadie, en una tundra gélida que contemplaba el ensayo no visto de los Leningrad al iniciarse la película. Y un escuálido ataúd de madera será la compañía del grupo en todo su trayecto por USA.  




Mención especial a la aparición de Jim Jarmusch, quién como mecánico le vende un Cadillac a la banda. La siguiente parada es Memphis. Y qué casualidad, Mystery Train, película dirigida por Jarmusch y estrenada el mismo año que Leningrad Cowboys Go America, es ambientada en esta misma ciudad.


Narrada en forma episódica, Leningrad Cowboys Go America retrata con el humor tan propio del director finlandés, como la ingenuidad favorece a una pérdida de identidad progresiva. La búsqueda de la fama, de adaptarse con rapidez al sistema, obliga a la banda a venderse en los sucuchos más escondidos de las carreteras norteamericanas.


La segunda entrega de esta saga viene mucho más “gruesa” a mi parecer. Lenigrad Cowboys Meet Moses viene a ser una regresión, un volver al punto de origen. Si en la primera iban, en esta vuelven. Acá, la banda perdida en el desierto mexicano –y como mexicanos- donde sólo tocan para culebras y cascabeles, es “rescatada” por su antiguo manager Vladimir, sólo que ahora se hace llamar Moisés, quien los guiará la tierra prometida.


Entonces el tirano se quita el abrigo extravagante de piel y la reemplaza por una larga barba que dará cuenta de su religiosidad. El poder fáctico entra en juego, como una forma efectiva para instaurar el orden, poniendo como única autoridad a Moisés. El viaje se inicia. Y si antes cargaban un muerto en un roñoso ataúd repleto de cervezas Budweiser, hoy cargan la nariz de la estatua de la libertad, que representa la literalidad de un concepto que para los Leningrad Cowboys no existe en términos funcionales. Los cuales, no es de extrañar, continúan sumisos y hambrientos, atados al yugo de una jerarquía que se elige a sí misma. Pero sigue siendo un placer verlos tocar, aunque prepárense, porque esta vez la mutación de estilos musicales es cada vez mayor, recordemos su estancia en México. Y si antes el viaje fue por Estados Unidos, acá será en suelo europeo, cerrando el ciclo del viaje.



Con diálogos más protagónicos a diferencia de su primigenia, Leningrad Cowboys Meet Moses cuenta con gags muy bien confeccionados, con ese humor no intencionado por parte de sus personajes que le otorgan verosimilitud a una historia que parece salir de otro planeta.


La elipsis entre película y película nos da cuenta del paso del tiempo en la banda y el manager. Logra, de cierta manera, crear una nostalgia por el primer viaje iniciado por los Leningrad. Es una buena continuación, una seguidilla de situaciones que dan cuenta de aspectos políticos y sociales que van más allá de la gira de una banda miserable. Es el enfrentamiento constante entre el pueblo y los estamentos más altos. Dan cuenta de una relación recíproca y enfermiza que poseen ambas partes.

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